Carta abierta

A ti, director

La dirección de escena es una parte fundamental de la obra teatral. Sin embargo, es difícil concretar la presencia del director una vez que está disuelta en la obra, en la actuación, en el movimiento, en la escenografía, en el vestuario, en la iluminación, en el sonido. El director de escena ha existido siempre, desde el propio nacimiento del teatro, aunque el desarrollo de su trabajo y su figura ha experimentado diferentes avances, siempre ligado al desarrollo de la interpretación y de la dramaturgia. Durante siglos, la posibilidad temprana de que la voz del poeta fuera recogida por la escritura, convirtieron a los textos en el único testimonio de lo que el espectáculo fue, perdiendo la historia del teatro su perspectiva de arte escénica, pasando el teatro a ser dominado por el logocentrismo y el universo de la ficción a través del drama articulado por el autor.


Lo cierto es que el teatro, desde su nacimiento, nunca ha sido solo palabra y actor. Sin embargo, históricamente, la indefinición de la figura del director de escena y su endeudamiento con la técnica actoral y con la voz del autor han limitado su desarrollo específico y le ha constituido como un desconocido social.


La propia técnica de la dirección es confusa, incluso cabe preguntarse: ¿quién es el director? ¿existe una técnica propia de la dirección o ésta consiste en el dominio de las técnicas de la actuación, de la narración y de las técnicas escénicas? Preguntas sencillas que, sin embargo, no podemos responder en el marco actual. La confusión sobre la dirección es demasiado extensa, como decimos, tiene raíces históricas y, actualmente, las técnicas de actuación que eclipsan el proceso de escenificación, el mestizaje actual de las poéticas, el confluir de las escuelas y los movimientos, los planes de estudio de dirección escénica descendientes directos de los de interpretación, el traslado de actores a la dirección y viceversa, el trabajo visible del actor y el trabajo invisible del director, la poca literatura especializada en la dirección y un buen número de brillantes directores muy diferentes entre sí, hacen que la definición de la dirección de escena, la propia figura del director y su trabajo sean confusos.


La dirección de actores permanece invisible en la obra, como decimos, sino es a través de un trabajo ostensible en el actor, cuya naturaleza es radicalmente visible; la inercia de su perspectiva histórica, que pone de manifiesto que los actores sin técnica, ni formación han necesitado de un director (generalmente un actor con mucha experiencia) que conceptualizara, organizara y propusiese una metodología de trabajo que abordase el complejísimo y frágil trabajo de la actuación, ha derivado en un tercer aspecto: la dirección no ha tenido un desarrollo técnico propio que debiera sino a través del aprendizaje, el manejo y el desarrollo de la técnica actoral. Los directores, muchas veces, han plasmado su poética provocando cambios en la técnica de la actuación.


El director es aquel que crea, define, estructura, planifica y ejecuta los conceptos sobre los que se va a crear una obra teatral. A través de los ensayos, cocrea, guía, selecciona, elimina, replantea y fija aquellos aspectos para que se conformen en una estructura compleja de signos ante el público, relacionándose con todas sus partes, estando compuesta por ideas y materiales de diversa índole, origen y naturaleza.


Pero no es nuestra misión definir la dirección, sino desarrollarla.


Es llamativo que los textos teóricos sobre interpretación estén escritos por directores escénicos en su mayor parte y que éstos apenas escriban sobre teoría y técnica de la dirección escénica. Generalmente de la literatura artística escrita por directores trata de los procesos, métodos y técnicas del actor. 


Bien, la originalidad de nuestra propuesta radica en volver la mirada al director.


En el Centro de Directores de Escena apostamos por una técnica propia del director de escena, una técnica que no consiste en una amalgama de otras disciplinas teatrales sino una técnica específica del director. En el CDE defendemos que la dirección no se ejerce sobre el actor, sino a través de una horizontalidad cocreadora provocada por la emancipación del actor, que ha permitido a su vez la emancipación del director, convertidos en creadores autónomos, pero que ejercen su trabajo en una íntima relación y que se necesitan mutuamente para existir. De esta consideración del director y del actor como artistas y creadores podría surgir un conflicto de intereses, que en nada podría ayudar a hacer comprender aquello que está en el teatro como parte de su naturaleza: el director, los actores y, por supuesto, los diseñadores forman parte del mismo hecho y se necesitan mutuamente, recíprocamente, para existir. Unos no pueden existir sin los otros. Son parte de una misma creación, de un mismo hecho, siendo diferentes. Son simbiosis y fertilización mutua. 


De la horizontalidad y la emancipación del director y actor en técnica y figura, surgida en la práctica actual, urge, de modo más necesario, revisar su propia ontología, su existencia y su práctica, puesto que el modelo de director que regenta el poder ha quedado obsoleto, desactualizado y sin vigencia. ¿Lo que hace un llamado director es dirigir a otros o es crear? ¿Cuál es su labor principal?


El director tiene una denominación que ya no se ajusta a su figura contemporánea. Debido a la concepción habitual de la palabra Dirigir, se propone el uso de la voz Escenificar, que indica una tarea específica y ayuda a establecer el trabajo horizontal, lo que supone el reconocimiento de un cambio paradigmático de la figura del director actual e implica replantearse el propio trabajo del director, dejando obsoletas muchas prácticas anteriores que entienden la dirección como un trabajo en jerarquía, y a los actores, diseñadores y técnicos como un equipo de subordinados. En el CDE apostamos por un escenificador cuya labor principal es idear, conceptualizar y crear la puesta en escena, pasando de la idea al plano físico del escenario, y no únicamente dirigir el trabajo de los demás. 


Como todo lo que no se nombra, o deja de existir o permanece oculto, es necesario y urgente nombrar a la nueva dirección con una voz propia, para que, de esta manera, pase a ocupar socialmente el lugar que le corresponde y darse a conocer, obteniendo el reconocimiento de su figura y de su trabajo. Con ello, se podrá dejar de imaginar al director sentado, señalando y eligiendo para visualizarle conceptualizando, concibiendo, pensando y probando diferentes estrategias durante el ensayo, es decir, escribiendo una partitura de teatro, con los actores y con los diferentes sistemas de significación. 


La nueva escenificación se enmarca en una búsqueda de la horizontalidad en el teatro, que a su vez responde a una mirada sobre el mundo más igualitaria, cooperante y comunitaria. 



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